domingo, 30 de julio de 2023

BURGOS, ATAPUERCA Y LEÓN (JULIO 2022)

 Hola de nuevo con mucho retraso. Es un auténtico disparate  que haya necesitado un año entero para poner por aquí el viaje que realizamos el verano pasado. Justo se cumple un año de nuestra visita, largamente esperada a Burgos, los yacimientos de Atapuerca y a León. Esta vez fuimos Gary y yo solos, ya que Sofía había empezado a trabajar de animadora en un campamento bilingüe en La Manga y Pablo se estaba sacando el carné de conducir. 

Sábado 17 de julio de 2022

A pesar de haber salido muy temprano (6:30 a.m) en previsión del tráfico puesto que era un sábado, a las 11:30 ya nos encontramos con una retención. Pensamos ingenuamente que sería lo normal en la carretera de Burgos los fines de semana en verano. Nada más lejos de la realidad. Después de una hora larga totalmente parados nos empezamos a mover muy despacio y vemos que nos desvían de la autovía. Así nos vemos atravesando una carretera secundaria paralela a la autovía por mitad de los campos de Castilla. Literalmente atravesando inmensos campos de trigo y metiéndonos por pueblos de los que, por supuesto, no hemos oído hablar y de los cuales no sabemos ni cómo salir ni por dónde volver a la autovía. Avanzamos obedientemente en fila india y después de un rato que se nos hizo eterno, le preguntamos a unos lugareños cómo llegar a la autovía y nos dan unas explicaciones de lo más complicadas. Llegados a este punto me empiezo a agobiar. Son casi las dos, no sabemos dónde narices estamos, no se ve ninguna gasolinera y hace un sol inmisericorde, porque para más inri estamos en plena ola de calor de la que no se ha librado ni el norte de la península. No  obstante, milagrosamente, sin saber cómo, nos volvemos a incorporar a la Nacional 1 y de ahí a la autovía. Le damos caña y decidimos no parar hasta llegar a Burgos puesto que Gary está empezando a acusar el cansancio y el calor. Ya he hablado de que estábamos en plena ola (la segunda desde que empezó el verano) y se estaban batiendo récords de temperaturas, sobre todo en el norte. Cuando hicimos la reserva del viaje en mayo estábamos convencidos de que nos libraríamos por lo menos estos cuatro días del horror del calor, cómo nos íbamos a imaginar... Por cierto que la reserva la tenemos para entrar al hotel por la tarde, de modo que tenemos que buscar un sitio donde comer y hacer tiempo. Tenemos entradas para el MUSEO DE LA EVOLUCIÓN HUMANA por la tarde con lo que nuestro plan es comer y después de una breve sobremesa entrar al Museo y cuando acabemos de verlo todo irnos al hotel a descansar de todo el día. Pero antes de eso necesitamos un sitio donde comer, ya son más de las dos y media,  con A/C porque en la calle hay 37 grados y está cayendo fuego literalmente. Aparcamos en el parking del Museo y preguntamos en el primer bar que vemos y nos mandan a un hostal que está a pocos metros y tiene restaurante. Y efectivamente, aire acondicionado y menú por 17 euros. ¡Perfecto! Apuramos la sobremesa pensando que no podemos entrar al Museo antes de las 16:30. Luego supimos que podíamos haber entrado antes. El Museo de la Evolución Humana está en pleno centro de Burgos, al lado del río Arlanzón, y es enorme. El Museo es una verdadera maravilla. Estuvimos  hasta pasadas las 19:30, más de tres horas que se nos pasaron volando y en las que no dejamos de flipar. Es realmente fascinante y sobre todo muy muy didáctico. Los guías son muy amenos y te van explicando todas las etapas de la evolución. Lo mejor sin duda, el cráneo de "Miguelón " en honor a Miguel Induráin, porque el hallazgo coincidió con el Tour de Miguel; la pelvis de "Elvis" que pertenecía a un anciano de 45 años con artrosis; y la bifaz "Excalibur", que es en realidad una cuarcita roja, que es muy rara en la zona, por no decir única, (así mismo nos explicaron que una bifaz es una herramienta de piedra tallada por las dos caras). También nos explicaron que "Miguelón" murió porque se le infectó un diente y la infección se le pasó al ojo, que le supuraría pus, y de ahí se le pasó a la sangre lo que le provocó una septicemia que acabó con él. Y así muchos más datos, a cual más interesante.  El Museo fue integrado en la declaración de los Yacimientos de Atapuerca como Patrimonio de la Humanidad en 2015 como parte de las infraestructuras  asociadas a los yacimientos, por la necesidad de conservar, inventariar y divulgar los restos arqueológicos procedentes de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Se ha convertido en referente internacional en el proceso evolutivo del hombre tanto en los aspectos ecológicos como biológicos y culturales en secuencia cronológica. Insisto, visita obligada para todos los que vayan a Burgos. Imprescindible. Totalmente obnubilados y sin darnos cuenta de que se nos han pasado más de 3 horas volando, volvemos al coche para irnos al hotel y poder descansar por fin. El hotel "Camino de Santiago", está en la carretera de Atapuerca. Decidimos hacer noche ahí por la proximidad con los yacimientos ya que teníamos la visita reservada para la mañana del domingo. 

Domingo 18 de julio de 2022

A las 9:30 ya estamos en el CAREX (Centro de Arqueología Experimental) que es la última parada antes de subir a los yacimientos propiamente dichos. El Carex es un recinto muy amplio en la falda de la Sierra de Atapuerca y está diseñado para que te imagines como sería la vida en el Neolítico y el Paleolítico. Han reconstruido/recreado las aldeas neardentales de la Edad del Bronce, desde las chozas a las pinturas rupestres o la fauna que había en ese tiempo. Volvemos a estar de suerte con nuestra guía, María, una historiadora encantadora y muy maja que será también la encargada de hacernos la visita a los yacimientos. En el Carex nos enseñará a hacer lascas de los silex; bifaces; dibujar "pinturas rupestres"; tirar con arco e incluso a hacer fuego, todo como se hacía en la Prehistoria. A pesar de ser temprano todavía el sol ya es abrasador. La visita al Carex es el complemento perfecto antes de visitar las simas de los yacimientos y por supuesto nos encantó. Dejamos el centro para coger el coche y dejarlo donde están los autobuses que nos subirán a los yacimientos. Vuelta a coger las mascarillas con 37 grados y subiendo. El trayecto es corto, menos mal. Nos van a enseñar tres simas: la del Elefante, la Galería y la Dolina. Ahora ya vemos a los arqueólogos pico y pala excavando. Las "campañas" sólo se hacen verano, primero porque la mayoría de los que trabajan en los yacimientos son voluntarios, tanto alumnos como profesores de las universidades y tiene que ser en sus vacaciones y la otra razón poderosa es la metereología, y es que el resto del año hace demasiado frío en Burgos como para excavar, aunque desgraciadamente eso también está cambiando.  María nos fue explicando cosas interesantísimas como que en la Sima del Elefante se pensaba que había huesos de elefante y después de ponerle el nombre se dieron cuenta de que en realidad no lo era, pero ya era demasiado tarde para cambiárselo. O que la niña "Benjamina" bueno, su cráneo, nació con el cerebro cerrado y ya no se pudo desarrollar, sin embargo vivió hasta los 10 años y se sabe que la llevaban a cuestas puesto que no aprendió a andar; lo que los convierte en "humanos" o por lo menos los hace menos brutos de lo que normalmente se creé que eran. Otro dato que me pareció increíble es que se pueda saber por el esmalte dental si los maxilares son de chico o de chica, lo que ha dado lugar a algún que otro error. O que en la Sima de la Dolina se encontraron huesos de más de 29 individuos en lo que pudo ser  el primer asesinato masivo de la Historia del que se tienen datos. Una vez más nos enseñó las réplicas de los cráneos y huesos que ya vimos en el Museo mientras nos seguía contando infinidad de datos y anécdotas fascinantes. Es emocionante ver a todas esa gente trabajando delante de nosotros. La visita dura una hora y media y supongo que en condiciones normales, o al menos eso nos dijeron, habríamos estado con forro polar aunque sea julio, sin embargo, estamos ya a 38º y en cuanto nos dicen que se ha acabado nos precipitamos monte abajo buscando la sombra y el A/C del autobús. De vuelta en nuestro coche nos vamos hacía Burgos que esta vez sí tenemos hotel en el mismo centro. No obstante, no podemos registrarnos hasta las 15:00, de modo que nos dedicamos a buscar algún sitio para comer de camino a la capital esperando encontrar algún sitio decente donde comer más o menos sin que nos levanten en peso. Y lo encontramos, donde menos lo esperábamos. En una granja-escuela-albergue que tenía hasta burros y nos pusieron un menú  por 15€ de lo más auténtico con alubias pintas y todo. Ahora sí que podemos registrarnos en el NH Palacio de Burgos que está frente al río y la mismísima catedral, que es en realidad un antiguo monasterio rehabilitado.












 

Después de la necesaria siesta y cuando la temperatura nos dio un poco de tregua nos fuimos a ver la Catedral y sus alrededores y de paso ver dónde cenábamos. Doscientas fotos después, nos metemos en un bar tipo San Sebastián, de los de la barra llena de pintxos y claro está, cenamos divinamente. Burgos es pequeña y el casco histórico, así como el paseo a lo largo del río está lleno de bares y restaurantes para todo tipo de bolsillos y paladares. Llevaba muchos años queriendo ver la Catedral y no hay duda de que impresiona por su majestuosidad y más ahora que está recién restaurada. El exterior es apabullante pero para verla por dentro tendremos que esperar a mañana. 

Lunes 19 de julio de 2022

El hotel tenemos que dejarlo a las 12:00. Eso nos da tiempo de sobra para desayunar de lujo en el maravilloso buffet del maravilloso hotel (perdonad que insista en lo de maravilloso, pero era espectacular) e ir a ver la Catedral por dentro. Dejamos todo recogido y a las 9:30 ya estamos en la cola para sacar las entradas (una cola normal, poca cosa porque hemos madrugado). Una vez dentro volví a tener síndrome de Stendhal. Se me saltaron las lágrimas en cuanto empecé a mirar hacia arriba y ver ese gótico flamígero en su máximo esplendor. La verdad es que quita el aliento por dentro y por fuera. Se empezó a construir en el siglo XIII, siguiendo el modelo gótico francés, pero las modificaciones y ampliaciones se alargaron durante casi cinco siglos. La Capilla del Condestable,(que dicen que es como otra catedral dentro de ésta) la Sillería del Coro o la Escalera Dorada son algunos de los tesoros arquitectónicos y escultóricos que suman un plus a la ya de por sí grandeza del conjunto. La verdad es que te sientes muy pequeño ante semejante obra. Y te da por pensar en cómo el ser humano puede ser capaz de realizar algo tan bello y causar tanto dolor si se lo propone. En fin, ahora sí que nos podemos ir de Burgos con los deberes hechos. Ha sido una revelación (nunca mejor dicho) tanto la visita a Atapuerca como a la Catedral. Volvemos al hotel a por las maletas y a la carretera. Nos vamos a León y esta vez optamos por las carreteras secundarias en vista del éxito del primer día en la carretera de Burgos. Por cierto que salir de Burgos es pan comido, se  agradece, la verdad, y en seguida estamos atravesando inmensos campos de cereales. Se podría decir que estamos en Iowa o en Utah y no en Castilla. Estamos siguiendo la ruta de los peregrinos, que este año están sufriendo como nunca las inclemencias de un sol inmisericorde al hacer el Camino de Santiago. Para nosotros es mucho mejor viajar así y no en las interminables colas de vehículos de las autovías, sobre todo si estás de vacaciones. Sólo los cuervos ponen una nota de color en un paisaje monocromático que nos evoca a Van Gogh (salvando las distancias, claro). 

 














          A la hora de comer ya estamos en León pero esta vez tampoco podemos registrarnos en el hotel hasta las 15:00. Tenemos tiempo de encontrarlo y aparcar tranquilamente, o no. León es mucho más grande y más caótico que Burgos. Una tarea a priori sencilla como seguir las indicaciones de Google Maps se puede llegar a convertir en una pesadilla, sobre todo si te va indicando las calles por las que debes torcer cuando no has oído en tu vida hablar de esas calles y justo vas a torcer por donde es dirección prohibida. Afortunadamente el límite de velocidad en toda la ciudad es de 30 km, lo que facilita bastante la búsqueda y de paso evita accidentes. Después de casi media hora dando vueltas localizamos la entrada al parking del hotel y podemos dejar el coche de una vez. El hotel está en la mismísima Plaza Mayor de León y es un verdadero oasis puesto que a esa hora ya rondamos los 38º. En cuanto dejamos las maletas nos lanzamos a buscar cualquier sitio donde nos dén de comer, que se nos ha hecho muy tarde. Evitando el reclamo turístico de la Plaza nos alejamos un par de calles y encontramos un mesón que estaba a punto de cerrar pero se apiadan de nosotros y nos ofrecen el último menú del día. Ahora ya podemos refugiarnos en el hotel a esperar que el sol nos dé una tregua. Después de la siesta nos vamos a recorrer el centro histórico sin rumbo fijo como siempre. Nuestro objetivo es ver la Catedral por fuera y encontrar un sitio no muy turístico para cenar cuando sea la hora. La Catedral de León es mucho más pequeña que  la de Burgos, con lo que por fuera no impresiona tanto, en este caso la belleza está en el interior. Eso no quiere decir que no sea preciosa igualmente, faltaría más. Seguimos vagando sin rumbo por varias plazas típicas que afortunadamente no están muy saturadas de turistas. Acabamos en una muy pequeña que está rodeada en parte por la muralla medieval. Tiene un fuentecita en el centro y un restaurante con muy buena pinta. Lejos del mundanal ruido, el rincón es de lo más agradable e invita a pasar una tarde/noche muy acogedora. El nombre del restaurante, Pico Pico, también nos llama la atención, así que decidido, a cenar. La elección no pudo ser más acertada, hicimos pleno al 15. En el restaurante probamos unos puerros de Sahagún y un bacalao con huevos estrellados que estaban de escándalo. Pero eso fue lo de menos, lo de más fue que el dueño entabló conversación con nosotros (aunque en principio no sabíamos que era el dueño) y empezó a contarnos que era pintor y poeta, que conocía Cartagena y que había sido amigo personal de Rafael Alberti. Ahí es nada. Todo un hallazgo y un lujazo. Resulta que es el poeta Adolfo Alonso Ares, que además de regentar el restaurante, colabora activamente con la Fundación Rafael Alberti y tiene más de treinta libros publicados. Nos intercambiamos los teléfonos y nos fuimos de allí con muy buen sabor de boca, nunca mejor dicho. Sin duda un broche de oro para el primer día en León. 

Martes 20 de julio de 2022

Con una considerable bajada de la temperatura nos podemos regodear y ver los principales monumentos del casco histórico así como la Catedral por dentro. Ahora sí podemos decir que estamos en el verano castellano y respirar un poco antes de volver al sur abrasador. Habíamos planeado ver la Colegiata de San Isidoro que tiene un panteón considerado como "la capilla Sixtina del Románico" , el Museo Casa Botines y pasear por el Barrio Húmedo, que está muy cerca del hotel. Si la Catedral de Burgos te apabulla por sus dimensiones , la de León te sobrecoge por su belleza. Es posiblemente el mejor ejemplo del gótico francés que tenemos en España. Es totalmente diferente al gótico flamígero de Burgos. Es la única catedral que se empezó y se terminó en el mismo siglo, el XIII, en sólo 50 años. Y es en el interior donde se logra el efecto deseado, el de impresionar al penitente, al peregrino o al turista del siglo XXI.  Eso se consigue con las espectaculares vidrieras o lo que se conoce en Historia del Arte como "la arquitectura de la luz". Mil ochocientos metros cuadrados de vitrales repartidos en tres rosetones, treinta y un ventanales altos, treinta y cuatro grupos en el triforio (la galería que rodea la nave central de una iglesia), diez ventanales bajos y diecinueve ventanas en las capillas. Sin duda, el conjunto mejor conservado del mundo. Una vez más salimos sobrecogidos, yo diría que incluso más que en Burgos y con síndrome de Stendhal. ¡Cuánta belleza! Ahora vamos a por la Colegiata aunque nos llevamos un chasco pues la están restaurando y no pudimos verla por dentro. Ya tenemos otro motivo para tener que volver a León, jeje. Sin dejarnos abatir por este pequeño contratiempo, nos dirigimos hacia el Museo Casa Botines, obra del inimitable, inigualable e inclasificable Antoni Gaudí. Se trata de una casa de vecinos que estuvo habitada hasta 1994 y ahora se ha reconvertido en museo. La casa fue diseñada y construida con todas las comodidades que ahora damos por sentado, pero a principio del s. XX eran una auténtica innovación que sólo podían salir de la mente del genio y visionario que era Gaudí. Con una estética neogótica, está muy inspirada en los castillos franceses con las cubiertas de pizarra que son más resistentes a las inclemencias de los inviernos leoneses. Su gusto decorativo está presente en los detalles más pequeños, desde puertas, ventanas, miradores, hasta pasamanos, mirillas, pomos... Así mismo, los recursos arquitectónicos disponibles para sacarle el mejor partido, como los cuatro patios de ventilación o la imaginativa evacuación de las aguas pluviales. El museo alberga hasta una pinacoteca en la 3ª planta, con obras que van desde Goya a Dalí además de la perfecta recreación de una de las viviendas de principios del s. XX con todo lujo de detalles. Muy muy interesante, de verdad. Totalmente henchidos de belleza cultural y sintiéndonos mejor personas nos dedicamos a terminar la mañana paseando y turisteando por el Barrio Húmedo, ah y haciendo acopio de la tradicional cecina. 

Una vez más una escapada muy enriquecedora y muy necesaria que tenemos que concluir aquí, aunque estamos convencidos de que volveremos.

Suzy  


















  

  

 

 

 

 


lunes, 13 de septiembre de 2021

SAN SEBASTIÁN. LA BELLA EASO

 El martes 27 de julio salimos de las bodegas Bai Gorri derechos hacia San Sebastián. En seguida empezó a cambiar el paisaje y pasamos de los interminables campos de vides a unas montañas mucho más altas, rebosantes de árboles y salpicadas por los caseríos típicos vascos. La carretera se hizo mucho más estrecha y la conducción se volvió más estresante. Para entrar en San Sebastián hay que atravesar una especie de cuello de botella que son los Montes Vascos y el tráfico es infernal. Encontrar el hotel no es cosa fácil si no has estado nunca en la ciudad, pero afortunadamente Gary se orienta muy bien y no falla. Yo seguro que aparezco en Irún. Otra cosa es aparcar, eso ya no está tan fácil. Pero dimos con un parking que estaba a una calle del hotel y donde milagrosamente quedaba un hueco. Pero de chiripa, ojo. Gracias a eso y a 44€ tuvimos el coche guardado los dos días. Nuestro hotel, el Hostal La Bahía, estaba a dos calles de la Playa de La Concha, vamos que estábamos en todo el centro, de ahí que fuera tan complicado lo del aparcamiento. Nada más dejar las maletas salimos como posesos a buscar la playa y de paso a ver si comíamos algo, puesto que estábamos a punto de desfallecer. Bueno, mira que he visto veces la playa de La Concha en la tele y en el cine, pero, madre mía, ¡qué preciosidad! Es un espectáculo. Dimos un paseo cortito buscando una terraza y bingo, nos fuímos a sentar en la terraza del mítico Hotel Londres, aunque en ese momento no sabíamos que era tan mítico. Sólo sabíamos que teníamos mucha hambre y que tenía muy buena pinta, y por supuesto, nos levantaron en peso. Una ensaladilla, 3 croquetitas, una ensalada de tomate con ventresca, unos calamares, una caña y agua 62€. No está mal, jajaja. No obstante, nos supo a gloria, jeje.

Habíamos quedado para ver a Totxe, que es un amigo de mi tío Juan Diego de toda la vida y que al ser de allí nos iba a hacer de cicerone. Entre el Covid y demás hacía por lo menos tres o cuatro años que no lo veíamos, porque él solía venir mucho a Cartagena, pero ya digo que ultimamente solo hablábamos por teléfono. Quedamos con él después de descansar un poco, claro. Siendo lugareño se aseguró con tiempo para hacer las reservas de los sitios a los que quería llevarnos, ya que las restricciones de aforo por la pandemia lo pone difícil. Esa primera noche reservó en "La Espiga", que es un restaurante de toda la vida y además conoce mucho al dueño. Pero antes quería enseñarnos la "ruta de los puentes", que por si no fuera bastante bonita la playa de La Concha resulta que también tiene río, el Urumea, vamos que la ciudad tiene de todo; montes, playas, río y edificios impresionantes. Una pasada. Vimos los edificios más representativos; el Ayuntamiento, que en su día fue casino y se hizo inspirándose en el Casino de Móntecarlo; vimos el Teatro Victoria Eugenia, donde se solía hacer el Festival de Cine y que es una maravilla comparado con la mierda (con perdón) de El Kursal donde se hace ahora, que es horroroso, horroroso. Vimos el famosísimo Hotel María Cristina, donde se alojan las celebrities cuando asisten al Festival y que sólo vale 500€ la noche, jajajja. Y vimos el precioso puente que lleva también su nombre, Mª Cristina, en honor una vez más a la madre de Alfonso XIII,  ya que le encantaba veranear aquí y se preocupó bastante por la ciudad. De ahí y con la boca abierta ante tanta belleza seguimos hasta la Catedral, que la vimos por fuera, y seguimos callejeando hasta la hora que teníamos reservada para cenar. En "La Espiga" probamos el txangurro que es un cangrejo al que le sacan toda la carne y la cocinan con coñac y otras delicias, que estaba muy bueno. Es un plato muy laborioso y claro lo cobran bien. También pedimos antxoas fritas que son nuestros boquerones y por supuesto estaban riquísimas además de unas albondigas y un panache. Nos dimos un buen homenaje. No fue barato (108€), pero mereció la pena:) Después de cenar nos volvimos paseando tranquilamente al hotel porque estábamos reventados de todo el día. Otro día perfecto. 

Al día siguiente habíamos quedado de nuevo con Totxe para que nos enseñara la parte antigua, la Parte Vieja que es como la llaman. Luego íbamos a comer en otro sitio típico cerca de la Catedral para probar los inevitables pintxos. Empezamos yendo al puerto para verlo bien y de paso entrar al Museo Marítimo que la verdad nos dejo un poco fríos. De ahí ya en la Parte Vieja, visitamos la Basílica de Nuestra Sra. del Coro, de estilo barroco que no estaba mal. La Virgen del Coro que, por cierto, es como si fuera de juguete, de lo pequeñita que es. Está ubicada en un cruce de calles y se puede ver la Catedral desde la misma. Las calles son 31 de agosto y Mayor.  Se llama 31 de agosto porque ese día, el 31 de agosto de 1813, las tropas francesas incendiaron la ciudad. Siguiendo por esa misma calle llegamos a la Iglesia de San Vicente y nos quedamos boquiabiertos. Es el edificio más antiguo de la ciudad (1574) y aunque por fuera no impresiona mucho, por dentro es una maravilla del gótico tardío. Un precioso ejemplo con sus rosetones, sus arcos ojivales, la bóveda de crucería o los arbotantes. La Catedral del Buen Pastor, por contra, es neogótica y sólo merece la pena verla por fuera. Embelesados con tanta belleza seguimos disfrutando de la Parte Vieja por el Bulevar hasta la Catedral y justo detrás está "Casa Vallés", que es donde teníamos la reserva. Aquí fue donde probamos la famosa tortilla de bacalao, que estaba exquisita. Comer de pintxos no es como comer de tapas, no señor, es bastante más caro, pero están buenísimos, eso sí. Entre los muchos que hay probamos la gilda, que viene a ser bonito con antxoas y guindilla y se llama como la peli porque se popularizó el mismo año de su estreno. La tortilla de bacalao es de lo mejor, sin duda. Después de tan suculenta comida Gary y Pablo se fueron al hotel a descansar un poco y Sofía y yo nos quedamos un ratito más con Totxe para volver a ver bien la ruta de los puentes, tomar unas fotos y de paso probar el Gateau Basque, pastel vasco que mi tío Juan Diego nos había insistido en que probáramos sin falta. Esta vez fuimos por la otra orilla del río y pudimos ver mejor "las villitas" como las llama Totxe, jajaja. Pedazo de mansiones a la orilla del río que quitan el aliento. En eso llegamos al Kursal para verlo bien, que lo habíamos ignorado el primer día y cuando llegamos hasta allí nos llevamos una sorpresa, pues no sabíamos que detrás había otra playa. La Playa de La Zurriola, playa perfecta para los surfistas, puesto que al no estar al abrigo de la bahía sino a mar abierto, las olas son espectaculares. Vamos, que entre las tres playas (La Concha, Ondarreta, que es la pequeña que está a continuación y La Zurriola), los tres montes (Igueldo, Urgull y Ulía) y el río Urumea, esta ciudad se sale:)  

Nos compramos los pasteles en una confitería del Bulevar y nos los tomamos mirando al mar sentados en un banco cerca del Club Naútico. Y de ahí al hotel a descansar un poco. Yo sabía que mi amiga María José Villarroya y su marido Francisco estaban también en San Sebastían esa semana, porque su hijo está estudiando ahí. De modo que decidimos quedar para tomarnos un café en el mismísmo Café La Concha, en su terraza con el marco incomparable de fondo. Gary también vino puesto que también los conoce y quería aprovechar para hablar con María José sobre su libro, el de Gary jajaja. Gary acaba de publicar su primera novela, COAST TO COAST, A HIPPIE ODISSEY, que ya está disponible en Amazon, (un poco de autobombo, jeje) y sabe del buen criterio de mi amiga en cuestiones literarias. Nos tomamos un café muy a gusto en la terraza y nos hizo mucha ilusión verlos.  

Nos quedaba cenar por última vez con Totxe, que esta vez había reservado en el barrio El Antiguo que está al otro lado de la Playa de la Concha, pasado la Playa de Ondarreta. Él quería que antes de cenar fuéramos a ver el inevitable Peine de los Vientos de Chillida, que está justo al final de esa playa. Gary prefirió esperarnos al principio de la playa y ahorrarse la última caminata. Así que se quedó tranquilamente en un banco esperándonos. A mí me daba un poco igual, pero ya que estábamos, pues seguimos caminando. La verdad es que la bahía es tan bonita que el paseo se hace muy agradable y así ves la ciudad desde otra perspectiva. Tengo que confesar que de verlo en fotos a vértelo delante cambia mucho. Como en esa parte de la playa el mar golpea las rocas con todo su poder, el espectáculo está asegurado. Además, lo mejor son los orificios en las rocas por donde se cuela el viento con una fuerza increíble después de estrellarse las olas contra ellas. La gente que ya lo sabe se pone encima de los agujeros y el viento casi los levanta. Había un grupo de críos disfrutando de lo lindo de ver cómo se les subía el pelo, las camisetas o se le volaban las mascarillas. La verdad es que es un espectáculo de la naturaleza que no me esperaba para nada. Después de hacer las fotos de rigor a las esculturas y a los críos, nos desandamos lo andado para recoger a Gary e irnos al restaurante. El barrio Antiguo está en una zona más modesta que la de La Concha. El restaurante se llamaba "Sukalde" y aunque Totxe no había estado personalmente lo conocía por su hermana que se lo había recomendado. Cenamos muy bien y fue el más barato de todos, supongo que por salir un poco de la zona del turisteo y el centro. A destacar los pimientos rellenos de rabo o el brick de verduras. Muy rico. Salimos los cinco por 66€, así que muy bien. A la salida y de vuelta al hotel nos llevamos una sorpresa. Vimos las Playas de La Concha y Ondarreta iluminadas y nos volvimos locos con las fotos. ¡Qué preciosidad! Espectacular. Después de hacer quinientas fotos llegamos al hotel y tuvimos que despedirnos de Totxe con el corazón partío. Nos habría gustado estar más días, pero en fin. Esperemos que pueda bajar al sur pronto y nos volvamos a ver. Muchísimas gracias por todo. Te queremos.

San Sebastián nos ha cautivado y ha pasado a nuestra lista de favoritas. Es una ciudad con  tanta diversidad de ofertas que abruma. Ofertas desde el punto de vista artístico, cultural, gastronómico, deportivo... es apabullante. La gente es educada, amable y muy guapa, jaja, es otro nivel. De verdad, la única pega que tiene es que está muy lejos. Por lo demás es maravillosa. Eskerrik asko. Agur.

Suzy