lunes, 9 de abril de 2018

PARÍS

Después de ocho horas de autobús llegamos a Barcelona para coger un avión hacia París. Treinta y seis alumnos y tres profesoras agotados pero encantados de pasar los próximos cinco días en la capital francesa. Nada más dejarnos en el hotel y repartir las habitaciones, los convocamos en el hall para coger el metro que nos llevaría al corazón de París, esto es, la Plaza de la Concordia.
Ni que decir tiene que moverse por el metro de París (o por el de cualquier capital) con 39 personas es duro, por decirlo suavemente, pero afortunadamente íbamos con un grupo muy sensato que en todo momento seguía nuestras indicaciones. Así mismo, y gracias a la paciencia infinita de que hace gala nuestra compañera de francés Lali, conseguimos que nos saliera bastante barato por eso de ir en grupo. De modo que unas 18 horas después de dejar Cartagena, o puede que casi veinte horas después, llegamos a la Plaza de la Concordia (Place de la Concorde) a tiempo justo de ver la puesta de sol sobre los Campos Elíseos (Avenue des Champs Elysees). Oh la la...
Doscientas fotos después nos dirigimos andando hasta el Arco del Triunfo y de paso nos recorrimos los Campos Elíseos. Para entonces los chavales y nosotras, estábamos agotados y hambrientos. Les dejamos un par de horas para que cenaran y quedamos en vernos en el McDonald's para acercarnos al Arco del Triunfo antes de retirarnos al hotel y dar por terminada la primera jornada.
Mientras que los alumnos reponían fuerzas en McDonald's (conste que no me llevo comisión, es lo que más les apetecía y se ajustaba a sus presupuestos)  nosotras nos metimos en un restaurante que estaba en una calle perpendicular a los Campos Elíseos, en la Rue Washington, que se llama precisamente Washington Poste y que además de un ambiente muy acogedor, tiene buena cocina. El camarero que nos atendió era un enamorado de Madrid y consiguió que la velada acabara de ser perfecta. Una vez  repuestas, contamos a los chavales (que por supuesto estuvieron todos a su hora) y nos dispusimos a emprender el camino de vuelta al hotel. No sin antes hacernos la consabida foto en el famoso Arco del Triunfo (Arc de Triomphe) y contemplar los Campos Elíseos por última vez. De nuevo al metro y por fin al hotel, que estaba situado en la zona de Montmartre.  Un día muy largo pero absolutamente perfecto.
La mañana siguiente la dedicamos a visitar la Basílica del Sagrado Corazón (Sacré-Coeur)  que la teníamos cerca del hotel y de paso pasear por el barrio de los pintores, esto es, el nuestro, Montmartre. Este barrio tan pintoresco y tan típicamente parisino es perfecto para callejear, comprar souvenirs en las múltiples tiendas o aprovechar para hacerse una caricatura o un retrato en la plaza de los pintores. De ahí nos bajamos hasta Pigalle que es donde empieza el barrio en el que se encuentra el famoso Moulin Rouge. Este barrio me recordó un poco al barrio Rojo de Ámsterdam, pues está lleno de sex shops y locales de striptease. Para cuando llegamos al Moulin Rouge, ya volvíamos a tener hambre así que les dimos otro par de horas para comer y de vuelta al metro para poder llegar a tiempo al Museo del Louvre.  Teníamos que encontrarnos con la guía a las 7, así que antes de entrar al museo tuvimos tiempo de tomar un café en la Rue de Rivoli porque una vez dentro el tiempo se detiene. El Museo del Louvre es el más grande del mundo y no se puede ver en una tarde, de hecho nos dijo la guía que se necesitarían nosecuantos meses para poder verlo todo y eso si nos detuviéramos unos 30 segundos entre obra y obra. Vamos, que es una pasada. Pero las tres obras que todo el mundo espera y se mata por ver, (la Gioconda, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia) esas tres, sí se pueden ver en una tarde y ya de ahí lo que te dé tiempo a apreciar por el camino.
Entre la visita guiada y lo que vimos por nuestra cuenta se nos hizo bastante tarde para salir de ahí y además había que contar con todo el trayecto de vuelta. De modo que con bastante frío, hambre y cansancio emprendimos el peregrinaje de vuelta  a nuestro barrio en donde esperábamos poder cenar en alguno de los muchos restaurantes de la zona. Los alumnos lo tuvieron un poco más complicado porque por los alrededores del hotel no había ni McDonald's ni nada de eso. No obstante, encontraron una especie de supermercado que no cerraba hasta las 2 de la madrugada y donde podían comprar algún bocadillo, así como patatas, latas o guarrerías en general para llevárselas al hotel.  Nosotras tuvimos más suerte, pues justo en la esquina del hotel había un café-restaurant, llamado L'Étoile de Montmartre, en el número 26 de la Rue Duhesme, donde nos sirvieron una crema de calabaza que nos resucitó totalmente. Un final perfecto para otro día perfecto :)
Al día siguiente teníamos que subir a la Torre Eiffel. Además había huelga de transportes, con lo que nos armamos de paciencia para llegar a tiempo a la hora que lo habíamos reservado. A eso hay que sumar las medidas de seguridad que tienes que pasar en cualquiera de estos sitios tan demandados por los miles de turistas. Total, sin prisa pero sin pausa llegamos y pasamos todos los controles y demás registros. Y ahora a los ascensores y a contemplar París en todo lo suyo. Tengo que matizar que aunque no llovía el día amaneció muy cubierto y la visibilidad desde la torre no era del cien por cien. Pero bueno, una vez arriba ya te da lo mismo pues es realmente precioso. Trescientos y pico selfies después estábamos otra vez a ras de suelo y había que decidir dónde comer. Como por la tarde queríamos llevarlos a Notre-Dame, volvimos al metro para dirigirnos al Barrio Latino (Quartier Latin) y dejarles tiempo libre para comer en los muchos restaurantes (esta vez sí se ajustaban a su presupuesto) por los que es tan famoso este barrio de París.
Nosotras tampoco desaprovechamos la ocasión y encontramos un restaurante tipiquísimo en la Rue St. Séverin que se llamaba La Luge (el trineo) y donde saboreamos las delicias de la comida francesa tradicional. La verdad es que suena a tópico pero es que se come muy bien y como ya he dicho los chavales también pudieron comer muy bien y a precios razonables según nos contaron. Después del recuento y de esperar a los que siempre se colgaban un pelín comprando souvenirs nos dirigimos a Notre-Dame que según nos dijo Gracia (la tercera profesora junto con Lali y la que escribe esto) estaba recién restaurada y la pudimos ver sin andamios.  Pero no sólo pudimos verla bien por fuera, sino que además tuvimos la suerte de entrar justo cuando estaban celebrando la misa con el coro, órgano y toda la parafernalia, hasta con incienso. Una maravilla la verdad.
Los alumnos con esto dieron por satisfechos sus deseos culturales y nos pidieron más tiempo libre para seguir comprando regalitos. De modo que nosotras y algunas alumnas que quisieron unirse, nos dispusimos a ver el Hôtel de Ville, o lo que es lo mismo, el Ayuntamiento de París , que no queda muy lejos de la catedral. Otro precioso edificio que destaca por su recargada fachada con estatuas y un tejado con torres. Para cuando lo habíamos visto y fotografiado nos estábamos congelando literalmente, así que nos dispusimos a buscar un café en el que poder refugiarnos y tomar algo calentito. Como estábamos muy cerca del Centro G. Pompidou, admiramos su característica fachada y nos fuimos a tomar un chocolate caliente en un local muy acorde con la modernidad que se respira en la zona. Una vez conseguimos que nos corriera la sangre de nuevo por las venas, nos dispusimos a recoger a los mozos para emprender el largo camino a casa. Al llegar a nuestro barrio "nos estaban esperando" en nuestro restaurante favorito, así que volvimos a cenar  alcanzando el nirvana antes de subir a dormir. :)
El viernes era el día que teníamos para visitar EURODISNEY y como íbamos en tren, fue el día que más temprano nos levantamos. Había que llegar al parque y soportar otra eternidad entre medidas de seguridad, colas para sacar las entradas para el grupo etc, etc... Si ya habíamos sufrido las inclemencias de la primavera parisina los días anteriores, la climatología nos tenía reservado un broche de oro para nuestro viaje.  Huelga decir que nos pelamos de frío, pero a los alumnos era lo que más ilusión les hacía de todo el viaje ?¿!¿ así que no se quejaron mucho. Yo había estado con mis hijos cuando eran pequeños , en el año 2006 y lo recordaba con mucho cariño, la verdad es que me encantó; de modo que saqué a la niña que llevo dentro  para que se lo pasara bomba una vez más:) Además, como ahora Disney ha comprado todo lo referente a Star Wars pues miel sobre hojuelas. Disfruté como una enana en el simulador de vuelo de una de las naves de la Alianza, jeje. Ah y otra cosa que también me gustó mucho fue la atracción de Ratatouille, estás en el mismísimo restaurante, debajo de los muebles de la cocina, escondido como una rata, para evitar que te cojan o te den un escobazo.  Muy chulo, la verdad. Los alumnos disfrutaron de cada segundo y se fueron del parque con lágrimas en los ojos y los pelos como escarpias, de modo que mereció la pena el frío, las colas y todo lo demás. Al llegar al barrio cumplimos con el ritual de cenar por última vez en nuestro local favorito puesto que al día siguiente teníamos que volver a España.
El sábado era nuestro último día en París, mejor dicho nuestra última mañana. Y aunque sólo fuera un ratito queríamos pasear de nuevo por el barrio de los pintores y ultimar algunas compras, puesto que nos venían a recoger a las 12. Así que paseamos por este encantador barrio y nos tomamos el último café au lait. Y con mucha pena nos volvimos al hotel a por nuestras maletas para emprender el largo camino a casa, esta vez de verdad.
A las dos de la madrugada que en realidad eran las tres por el cambio de hora del verano, llegamos felizmente a nuestro destino, donde nos esperaban ansiosos los padres de nuestros maravillosos alumnos. Y cuando digo maravillosos no va con segundas, es literal,  fueron maravillosos desde el minuto uno. Nos estuvieron felicitando por lo bien que se portaban desde que llegamos al aeropuerto y por supuesto siguieron en esa línea todo el viaje,  hasta en el restaurante en que paramos a cenar la última noche. En serio, han sido un ejemplo de buena educación y saber estar, así sí se puede ir de viaje. Por no hablar de lo bien que hemos congeniado nosotras tres en todo momento.
Gracias a todos, a los alumnos y a mis dos compañeras. Ha sido un verdadero placer.
Y hasta aquí lo que dio de sí este viaje de estudios con 1º de Bachillerato.
Suzy

































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