martes, 13 de agosto de 2013

PRAGA II

El segundo día queríamos visitar el Barrio Judío, ir al Monasterio Strahov que está en la Colina Petrín y por la noche ir al Teatro Negro. Vamos, que teníamos la agenda a tope.
Empezamos a callejear para llegar al Barrio Judío sin una ruta muy definida y una vez más nos fuimos encontrando con maravillas arquitectónicas al doblar cada esquina. Un buen ejemplo es la Casa Municipal, probablemente el más destacado de los edificios Art Nouveau de Praga, donde se ve la huella del pintor y artista decorativo Alfons Mucha. Hoy es la sede de la Orquesta Sinfónica de Praga. Merece la pena entrar y echar un vistazo aunque  solo sea por encima.
Inmediatamente al lado de la Casa Municipal, se encuentra la Torre de la Pólvora que es del siglo XV, de estilo gótico tardío y que constituía una de las entradas al este de la ciudad. A partir del siglo XVII se utilizó para almacenar pólvora, y es otro de los monumentos que está pidiendo a gritos que lo rehabiliten.
Josefov (Ciudad de José) es el nombre que recibe el Barrio Judío en honor al emperador José II que mostró una mayor tolerancia con la comunidad judía. A pesar de esto, los siglos de discriminación están patentes en todo el barrio que nunca llegó a sanearse del todo. De hecho a finales del siglo XIX la zona se consideró un riesgo para la salud y se demolió casi por completo. Solo se salvaron el Ayuntamiento judío, seis sinagogas y el antiguo cementerio. Durante la ocupación nazi llegaron a aniquilar al 90% de la población y pretendieron abrir aquí un “museo de la raza judía extinta”, afortunadamente tras la liberación se convirtió en la mayor colección de objetos judíos sagrados de Europa.
Para visitar el cementerio que es lo que realmente merece la pena hay que pagar y la entrada incluye además la visita a las seis sinagogas. La única sinagoga que merece la pena ver es la llamada Sinagoga  Española situada junto a la Estatua de Frank Kafka. En realidad se construyó en 1868 y el nombre le viene por el estucado de estilo morisco de su interior.
El antiguo cementerio es sin duda lo más impresionante de todo el conjunto. La sensación de hacinamiento y claustrofobia que tantas veces hemos visto en los documentales o películas sobre el Holocausto aquí se hace realidad dejándote sin palabras. Ver todas esas tumbas amontonadas unas encima de otras en ese espacio tan reducido y pensar que ese era el único sitio en que se les permitía enterrar a sus muertos es escalofriante. Es imposible no emocionarse, se me hizo un nudo en la garganta y aquí sí que se me saltaron las lágrimas. Vale que una es un poco sensible, pero me consta que ese es el efecto que le causa a casi todo el mundo.  
Después de tantas emociones y viendo que se nos había hecho la hora de comer consultamos nuestras guías (y cuando hablo de guías me refiero a los libros sobre Praga) para ver si nos recomendaban algún sitio por la zona y la verdad es que el barrio tiene donde elegir. Justo enfrente de la Sinagoga Española hay un restaurante llamado Nostress que además es una galería fotográfica. Los menús del mediodía son muy asequibles y también se recomiendan los bocadillos y la famosa cerveza checa. Esa última fue nuestra elección y la verdad es que nos supo a gloria.
Una vez saciadas de cuerpo y espíritu planeamos nuestro próximo objetivo: El Monasterio Strahov.
Como ya he dicho se encuentra en la Colina Petryn que pertenece a Malá Strana, el Barrio pequeño. Según nuestra guía la manera más directa de llegar era cogiendo el tranvía 22, que por si no lo he mencionado aún es uno de los mejores medios para moverse por Praga. Pero aquí surgía la primera dificultad, no teníamos ni la más remota idea de dónde cogerlo ni de dónde sacar los billetes. Llegados a este punto nos salvó una vez más la amabilidad de los checos. Un señor muy simpático que nos oyó hablar del tema y nos vio más despistadas que dos cabras en un garaje, empezó a darnos todo tipo de indicaciones sobre lo qué teníamos que hacer, dónde, cómo y cuándo. En inglés por supuesto. Y gracias a él nuestra pequeña odisea resultó un poco más llevadera. De modo que bastante más cansadas de lo que hubiéramos deseado logramos llegar al monasterio que es otra preciosidad que data del siglo XII  y cuyas vistas de la ciudad son espectaculares. Pero lo más interesante del monasterio es su biblioteca, que es una de las más bellas y completas del país.
Cuando concluimos la visita al monasterio decidimos volver al hotel (otra vez cogiendo el tranvía 22) para descansar hasta la hora del teatro.
Tras el merecido descanso salimos a cenar algo antes de ver el espectáculo. El día anterior habíamos preguntado el precio de las entradas y el horario de las representaciones así que esta vez sí que lo teníamos todo organizado.
El Teatro Negro, que se creó para la Exposición universal de 1958, es el género en que los actores, vestidos de negro para parecer invisibles, mueven objetos y actúan en un escenario oscuro acompañados de un estudiado juego de luces de color. Para ello se requiere que tengan habilidades acrobáticas. Es ideal para disfrutarlo con niños. El mejor espectáculo es el que se representa en Divadlo Ta Fantastika que está en una de las callecitas que llevan al Puente de Carlos IV (de hecho se llama Karlova)  y nosotras vimos la función llamada “Visiones de Alicia”. Como curiosidad tengo que añadir que en el horario que elegimos el 85% del público era español y además toda la información y publicidad que había tanto a la entrada como en el interior del teatro estaba en checo, inglés y español.
El espectáculo es muy original y bastante entretenido. Lo recomiendo fervientemente.
Aprovechando que estábamos justo al lado del Puente no quisimos dejar escapar la ocasión de verlo de noche. Tanto el puente como el resto de la ciudad se ven de manera muy diferente de noche. Pasa en todas las ciudades, la fisonomía cambia totalmente al caer la noche, viéndose una ciudad completamente distinta.
Con un agradable paseo nocturno de vuelta al hotel dimos por concluida otra maravillosa jornada en la que disfrutamos cada segundo. :)

Suzy


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