lunes, 12 de octubre de 2015

ESCAPADA A ÁMSTERDAM

Hola a todos. Siguiendo con lo que dio de sí el verano, tengo que contaros que a finales de agosto me fui a Ámsterdam con mi hija. Era la excusa perfecta para celebrar la graduación, aunque no hacen falta excusas para hacer una escapada a Ámsterdam. Sólo estuvimos cuatro días, tres noches en realidad, pero es suficiente para tomar contacto con la ciudad. Digamos que te sirve para sentar las bases de futuras visitas.
Yo llevaba años queriendo visitarla pero ya sabéis lo que pasa, con eso de que es un destino relativamente cercano, lo vas dejando. La ciudad es muy fotogénica y nos fuimos dispuestas a agotar la tarjeta de memoria de nuestras cámaras. Bien sabido es que agosto es el peor mes del año para viajar, pero es cuando media humanidad tiene vacaciones, y si no te lo programas con tiempo pues es lo que hay. Como digo, lo decidimos en un arrebato y no había mucho margen de maniobras. No obstante, tenía muy claro lo que quería ver y para evitar las interminables colas de las hordas de japoneses (y lo que no son japoneses) que invaden Europa en agosto, saqué por Internet las entradas del Museo Van Gogh y del Rijksmuseum, que son las visitas obligadas por excelencia. La tercera en discordia sería la Casa de Ana Frank, pero al ser tan reducido el aforo no tuve tanta suerte. No quedaba ni una entrada desde el mes de julio. Pero, sinceramente, me interesaba mucho más lo de los dos museos. Y la verdad es que lo recomiendo mucho, lo de sacar las entradas por Internet, tanto como  lo de visitar los dos museos.  Aunque si no os va mucho lo de visitar tanto museo, al menos uno de los dos, según sean vuestras preferencias.
En lo que se refiere al modo de llegar allí, hay vuelos directos desde Alicante y si vais sólo 3 o 4 días como yo se puede ir sólo con equipaje de mano. Eso sí, teniendo en cuenta la compañía con la que voléis podrás subir uno o dos bultos a la cabina, y eso incluye el bolso para las chicas. Con la que nosotras volamos sólo nos dejaba uno, de modo que al final acabas facturando y pagando, of course. Así que no sé yo dónde están las ventajas de "volar barato". Esto de las compañías de bajo coste daría para varias entradas, con que mejor lo dejo ahí.
Otra cosa que hay que tener en cuenta (y mucho) es la climatología, porque te condiciona todo lo que vayas a hacer. A nosotras nos hizo un tiempo asqueroso. Llovió los cuatro días y tuvimos que ir haciendo planes alternativos. De modo que puedes aprovechar para visitar  los museos mientras está diluviando, o cualquiera de las iglesias o todo lo que esté a cubierto. Las fotos evidentemente tendrán todas un filtro ceniciento de lo más romántico, aunque en una ciudad como Ámsterdam con tantos canales, si hace buen tiempo pueden hacerse unas fotos espectaculares.
Visitar Ámsterdam es visitar sus canales, sobre todo el Grachtengordel, nombre impronunciable para el semicírculo que forman los tres canales principales (Prinsengracht, Keizersgracht y Herengracht) que se remonta al siglo XVII. El origen de la ciudad, sin embargo, data de 1222 cuando se represó el río Amstel y la ciudad empezó a expandirse a orillas de este río. Damme significa presa, el nombre de la ciudad surge de la unión de ambas palabras: Amstelldamme. Por supuesto el Grachtengordel es Patrimonio de la Humanidad. Además de ser famosa por estos canales es incluso más conocida porque todo el mundo se mueve en bicicleta. Esto es bastante común en cuanto pasas de los Pirineos, pero digamos que en Ámsterdam lo han llevado hasta sus últimas consecuencias llegando a ser una cuestión vital. Todo, absolutamente todo, el mundo va en bici, haga frío, llueva o nieve. No digamos en verano, que aunque llueve bastante, con eso de que es verano no les importa tanto mojarse. ¡Y menuda velocidad alcanzan! Tengo que confesar que llega un momento en que es agobiante. Vale que sea muy ecológico y que mola, pero es que andar también mola y no te dejan. No señor, la dictadura de la bici ha relegado a los peatones y te juegas la vida si vas un poco despistado. Pero yo lo siento mucho, reivindico mi derecho a vagabundear y perderme por las ciudades que no conozco, de hecho creo que es la mejor manera de conocerlas. Pues aquí te lo ponen difícil. Y vosotros me diréis "pues haber cogido una bici", que por supuesto está baratísimo y todo el mundo lo hace, por aquello de allá donde fueras...  Pues no es que no sepa montar en bici (que algún mal pensado seguro que lo piensa), es que simplemente si voy con el mapa, la cámara y mirando cada edificio, pues es un pelín complicado que no me estrelle con los holandeses que van que se las pelan. Pero insisto en que soy yo, que seré muy antigua para esto de viajar, no sé. Nosotras además de andar como buenamente podíamos, nos movíamos en tranvía, que es otra alternativa muy ecológica y que sale bien de precio. Es recomendable sacarse un billete de 24 horas que os permite subir y bajar de los tranvías a demanda. Nuestro hotel estaba en el barrio de los museos y eso está un poco retirado del centro. No obstante, era una zona muy tranquila y claro está, los museos estaban a tiro de piedra.
El tema del alojamiento es otro cantar. Los hoteles, a no ser que te vayas a los de cuatro estrellas o más, son cutres de narices, por no decir algo peor. Pero si a lo que vamos es a estar todo el día pateando y a ir al hotel a descansar y poco más, te conformas con que esté medianamente limpio, o por lo menos sin cucarachas en el baño. Si tenemos en cuenta que Holanda está en el euro, es bastante fácil a la hora de hacer compras y gastar en comidas. Con esto digo que sabes lo que estás gastando y lo que te va a dar de sí el presupuesto que te hayas propuesto. Aunque con el nivel que tiene la ciudad, si queréis gastar, no sufráis que tendréis para elegir, jeje.
No se me puede olvidar mencionar lo guapísimos que son los holandeses (ellos y ellas) y lo majos que son, por no hablar del hecho de que todos son políglotas. Porque está claro que si tu idioma es más una enfermedad de la garganta que un idioma y sólo lo hablan tus compatriotas, te pones las pilas y aprendes inglés. Véase el caso de los finlandeses, daneses, checos,noruegos... Pero lo que no me esperaba es que además de hablar inglés (perfectamente) también hablaran español, italiano, francés o lo que se tercie. Y no sólo los que están cara al público, no, casi todo el mundo controla al menos dos idiomas o más, además del suyo. Pues, la verdad , da un poco de envidia.
Otra de las visitas obligadas es el Barrio Rojo. Y sobra añadir que hay que visitarlo de noche, porque aunque están todo el día "expuestas" es por la noche cuando aquello se pone en todo lo suyo. Ni que decir tiene que estaba abarrotado, ya que además de las putas en los escaparates están las famosas coffee shops, que es una de las razones más populares para visitar Ámsterdam, puesto que es donde se puede fumar hierba con total normalidad. Teniendo en cuenta que ya no se puede fumar en casi ningún sitio llama incluso más la atención. Ya habréis deducido que el barrio se pone hasta arriba de jóvenes y no tan jóvenes con ganas de fiesta. Lo de las putas en los escaparates ya mola menos, a mí por lo menos me dio mal rollo y sobre todo mucha pena, no por prejuicios sino por lo de verlas como mercancía barata, en fin.
En cuanto al tema gastronómico se refiere, la ciudad ofrece una gran variedad de cafés y restaurantes para todos los bolsillos. Los puestos callejeros que venden patatas fritas (con piel), servidas con mucha mayonesa en cucurucho están por todas partes. Nosotras optamos por una comida ligera temprano (al estilo del lunch inglés) y así aguantábamos para cenar un poco más fuerte a la hora de ellos que suele ser a partir de las 8. Le dimos fuerte a los restaurantes italianos que, los hay por doquier, por aquello de "malo conocido".
Además de pasear por los canales, pasear por el Vondelpark (el Central Park de Ámsterdam), visitar los museos, que merecen mucho la pena los dos, (aunque hay muchos más, pero en cuatro días no da tiempo a más), la Casa de Ana Frank si tenéis la entrada (las colas daban la vuelta a varias calles, en serio),  no dejéis de visitar el Begijnjof. Se trata de un remanso de paz en pleno centro que albergó en su día, allá por 1346, a una hermandad femenina católica laica, las beguinas, y donde se conserva la casa más antigua de la ciudad, de cuando se podía construir en madera, en el siglo XV. A partir de 1521 se prohibió la construcción en madera por miedo a los incendios. La entrada a este santuario se realiza por la plaza Spui, que a su vez está rodeada de cafés y librerías. Una vez dentro hay que respetar la intimidad de los actuales residentes.
Una última cosa que me gustaría recomendar antes de despedirme, es una visita en barco por los canales. De ese modo se tiene una visión más global de la ciudad. Nosotras lo dejamos para el último día, para llevarnos un recuerdo final de lo más significativo. Te van explicando los edificios más emblemáticos y te permite ver la ciudad desde otra perspectiva. Los barcos salen al lado de la estación central cada hora. Esto será lo primero que veréis de Ámsterdam si llegáis en tren.  El tren sale desde el mismo aeropuerto y cuesta unos 4€. Una vez en la estación central  sí recomiendo coger un taxi, al menos el primer día que os deje en el hotel y el resto del viaje os movéis en bici o en tranvía.
Pues no sigo, que ya me he enrollado bastante. Espero que os gusten las fotos.
Un beso y a disfrutar del otoño.
Suzy



















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