Jueves 26 de septiembre de 2024
Después de visitar los dólmenes ahora sí ya salimos directos para Cádiz. Pensamos (una vez más sin consultar previamente) en comer en Jerez de la Frontera y así llegar al hotel para la siesta. Claro, que no sabíamos que Jerez es como Cartagena de grande, vamos, que supera los 200.000 habitantes y si la atraviesas en hora punta sin tener ni idea de a donde vas, se complica un poco. Nos pilló la salida de los colegios y el dichoso GPS metiéndonos por calles imposibles. Tengo que decir que hubo un momento en que estuvimos a punto de volvernos por donde habíamos venido (que, por supuesto, no teníamos ni idea de por dónde era, jaja). Pero menos mal, encontramos un aparcamiento y entramos al primer bar que vimos para ir al aseo. Y al preguntar (pensando que era sólo cafetería) que dónde podíamos comer, nos dice el dueño que allí mismo, a no ser que prefiriéramos ir al chino del centro. El tipo no podía ser más auténtico, así que le dijimos que íbamos a dar un paseo y volvíamos. Al salir del bar cogí como referencia un convento o algo parecido de los Padres Agustinos, que si no... Porque en cuanto empiezas a callejear por esas calles llega un momento en que todas son iguales. Típico laberinto de calles de la España Andalusí. No obstante, en nuestro errático paseo tuvimos tiempo de ver el Alcázar y la Catedral justo antes de desfallecer (entre el calor y el hambre) intentando encontrar el bar. Gracias al buen sentido de la orientación (el mío no es malo, es directamente nulo) de Gary y mi referencia de los Agustinos llegamos finalmente al bar de "Er Migué" que es literalmente el nombre del bar, donde comimos estupendamente por 26€. El bar era la versión jerezana del bar El Campanero del Puerto de Mazarrón, así de auténtico. Por supuesto, Jerez de la Frontera se merece una visita en condiciones y no así, a salto de mata. Lo poco que vimos nos gustó mucho. Tenemos que volver, está claro. Siguiente parada: Cádiz capital.
Suzy
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