sábado, 31 de agosto de 2019

NEW YORK CHRONICLES IV


Jueves 4 de julio de 2019.
Independence Day

Tenemos las entradas para visitar el emblemático e ineludible Empire State Building. Así que bajamos la 5ª nada más desayunar en un Deli que tenemos al lado del hotel. Los Delis (abreviatura de delicatesen) son una especie de restaurantes self service, que tienen unos precios más o menos asequibles y que no están mal. Hay delis por todo Nueva York, casi todos regentados por hispanos o chinos.
El Empire State, es sin duda el edificio más famoso de la ciudad y eso que hay otros, mucho más bonitos. Pero este se ha convertido en un icono, en parte gracias o a causa del cine.
Se diseñó en los años 20, en pleno art decó y desde que se abrió en 1931 se ha convertido en visita obligada de todo el que llega a esta ciudad. Es bien cierto que impresiona nada más entrar al vestíbulo, con su mural en relieve de 11 metros en acero y oro. Las vistas desde el mirador en el piso 86 a 320 metros de altura son una vez más sobrecogedoras. Además, al estar más al sur que el Rockefeller te da una perspectiva diferente de la ciudad. 
Lo que más mola es ver los coches y las azoteas. Es alucinante. Las colas son un rollo, pero yo había reservado entradas “express” y pasas directamente a la alfombra roja, en serio, y estás arriba en cuestión de segundos, merece la pena pagar un poco más.
Aunque, sin duda, nuestros edificios favoritos son el Chrysler y el Flatiron Building, especialmente este último que está también en la 5ª, en la esquina con Broadway, un poco más abajo del Empire. Es un edificio muy curioso de forma triangular de 21 pisos que se finalizó en 1902. Tiene esa forma tan peculiar por el solar en donde se levantó y en su momento se hacían apuestas sobre cuánto tiempo tardaría en derrumbarse. Su éxito está en que se apoyó en una estructura de acero en lugar de piedras, convirtiéndose en un precursor de los rascacielos posteriores.
Los fans de la saga de acción ‘John Wick’ lo reconocerán en seguida, pues es el Hotel Continental donde se alojan todos los asesinos a sueldo.
En frente justo del Flatiron hay un parquecito muy mono, Madison Square Park, donde está el Shake Shack, que según Elvira Lindo tiene una de las mejores hamburguesas de NY. No obstante, nosotras sólo lo usamos para refugiarnos del sol justiciero que caía en vertical a esa hora y de paso hacerle más fotos al edificio.
Esa mañana habíamos pensado bajar hasta el Downtown para visitar Little Italy, en Greenwich Village. Preguntamos una vez más a los amabilísimos neoyorquinos dónde deberíamos bajar y de nuevo estamos en el metro para llegar hasta Canal Street. Nada más salir del metro nos encontramos en otra ciudad completamente diferente. Calles abarrotadas de puestos callejeros, graffitis, tráfico infernal, bullicio. Está claro que estamos en Chinatown
En el siglo XIX estos dos barrios (Chinatown y Little Italy) colonizados por inmigrantes estaban entre los más pintorescos de la ciudad. Durante el siglo XX la comunidad italiana se fue desplazando a otros barrios y los chinos se fueron apropiando del barrio. Lo único que queda hoy en día de Little Italy es el tramo de Mulberry Street que hay entre las calles Broome y Canal.
No es mucho la verdad, pero te haces una idea de lo que pudo ser en su día. Por supuesto, está lleno de restaurantes, heladerías, cafeterías o tiendas especializadas en pasta y sus utensilios.
Como no podía faltar comimos en uno de los muchos restaurantes, concretamente en Da Gennaro, (en honor al patrón de Nápoles al que sacan en procesión por Mulberry cada septiembre y que salía en El Padrino II). Muy auténtico.
Siendo el 4 de julio, el día de la Independencia, sabíamos que por la noche eran los famosos fuegos artificiales, de modo que aprovechamos para preguntar a los camareros cuál sería el mejor sitio para verlos. Nos dijeron que lo suyo era verlos desde Brooklyn y nos dieron todas las directrices, transbordo de trenes (metro) etc para ir y volver.
Con toda esa información apuntada seguimos subiendo Mulberry Street, nos tomamos un delicioso gelato y al llegar a Broome Street torcimos hacia el oeste hasta Broadway para entrar en el Soho (acrónimo de South Houston).
De repente estamos en otro Nueva York. Lejos del bullicio, calles tranquilas, edificios de poca altura de hierro fundido, galerías de arte, ambiente bohemio. Muy cool, esa es la palabra, muy guay. Mola mucho más que el jaleo al que estamos acostumbradas en Midtown. Lo recorremos y vamos bajando hacia el sur otra vez, porque queremos llegar a Tribeca (acrónimo de Triangle Bellow Canal Street) el antiguo barrio industrial, cuyos almacenes se han reconvertido en estudios de diseño y galerías de arte. 
Este barrio ha resurgido gracias a uno de sus más ilustres residentes, Robert de Niro, fundador del Tribeca Film Center y posteriormente del festival de cine independiente, Tribeca Film Festival. Nuestro interés en este apacible y bohemio barrio se debe, además del placer de pasear por sus calles, a que vamos buscando la estación de bomberos de ‘Los Cazafantasmas’, que está en pleno corazón del mismo, para ser exactos en el 14 de North Moore Street. Y como preguntando se llega a Roma volvimos a preguntar, esta vez a dos chicos, un neoyorquino y un canadiense, que no sólo nos sacaron sus móviles y nos indicaron la ruta más directa, sino que nos acompañaron hasta la misma puerta. ¿Se puede pedir más? Dios, pero cómo molan los habitantes de esa ciudad, si es que son lo mejor, son encantadores.
Y así pudimos comprobar que en el 14 de North Moore sigue habiendo una estación de bomberos, que para variar también eran majísimos, y que para que los frikis como yo no se pierdan, tiene una pintada del logo de la peli.
Aprovechando que los bomberos eran tan serviciales les preguntamos cómo llegar a una de las estaciones que nos habían indicado en el restaurante italiano. Por aquel entonces éramos totalmente ignorantes de lo que suponía el castillo de fuegos artificiales del 4 de julio. No podíamos imaginar el despliegue de medios que requiere una cosa tan mediática en una ciudad como Nueva York. 
¿Cómo lo íbamos a saber? No teníamos muy claro lo de ir a Brooklyn pero pensábamos que podríamos acercarnos al río (East River), ¡qué ilusas!
En fin, como la ignorancia es muy atrevida, ahí que nos metemos en el metro otra vez. Teníamos que transbordar en Chambers Street, pero a partir de ahí había un vacío que no sabíamos cómo llenar. Otra cosa que ignorábamos entonces era que el metro se cerraba de 7 a 11 de la noche. Así que más despistadas que Paco Martínez Soria nos quedamos en el andén y nos dispusimos a estudiar el plano del metro a ver si nos aclarábamos. En esto que me doy cuenta de que hay unas americanas estudiándolo también. Una abuela joven con su hija y sus dos nietas. Están bastante despistadas pero no en el grado en el que estamos mi hija y yo. Obviamente no son de Nueva York, son de Virginia y han venido a casa de un familiar para ver los fuegos. Ellas son las que nos dicen lo de que hay que salir del metro porque lo van a cerrar y que están intentando llegar al río. Pues ni corta ni perezosa les digo si les importa que las sigamos y empezamos la peregrinación. En seguida notamos que hay más gente de lo normal saliendo del metro y yendo en fila india, realmente no habría hecho falta que las siguiéramos, con seguir a Vicente…
Desde ese momento nos limitamos a obedecer pacientemente, pues nada más pasar unas cuantas calles , vemos que la policía es la que está dirigiendo a la gente y ya no podemos hacer otra cosa que seguir hacia delante. Las calles están acordonadas y están desviando el tráfico. Por fin nos damos cuenta de que nos están dirigiendo hacia el puente de Brooklyn, lo cual mola porque era una de las cosas que más ilusión nos hacía. No obstante, la policía no nos deja que nos recreemos en el paisaje precisamente. Seguimos avanzando obedientemente y empezamos a ser conscientes de la magnitud del evento. 
A todo esto aún no eran ni las 7 de la tarde, pero cualquiera se quejaba de algo. Después de un rato largo andando, llegamos a donde íbamos. Esto lo sabemos básicamente porque llega un punto en que no podemos avanzar más, ya que la gente está en el suelo sentada o directamente tumbada para esperar que den comienzo los fuegos. Insisto en que aún faltan unas dos horas largas. Pero allá donde fueres…de modo que nos sentamos en el suelo a esperar.
Resulta que estamos en South Street Seaport, antiguo centro marítimo de la ciudad y tenemos primera línea para ver los fuegos. Justo delante de nosotras podemos ver un precioso velero de tres palos del siglo XIX y por supuesto, las barcazas de Macy’s que van cargadas de material pirotécnico. Los grandes almacenes Macy’s, los más grandes de la ciudad, son los encargados de organizar el castillo de fuegos artificiales gastando más de un millón de dólares cada año. Desde donde estamos cuento unas seis barcazas de Macy’s además de muchas embarcaciones de recreo. Y ahora solo queda esperar. Y la verdad es que estar ahí viendo a familias enteras esperar pacientemente mientras juegan a las cartas o a otros juegos de manos, cenan, charlan, hacen fotos o simplemente se echan a dormir, es genial. Hay gente de todos los colores y nacionalidades, y casi todos van engalanados con los colores de la bandera, todos a una en esa América plural que la hace tan rica y que el imbécil de Trump se quiere cargar. Una gozada de la que somos testigos sin que nos lo podamos creer. Será la suerte del principiante, porque no nos podía haber salido mejor, alucinante.
En cuanto se puso el sol y después de llevar más de media hora viendo a los helicópteros sobrevolar la zona, oímos un clamor y nos levantamos de nuestros improvisados asientos, está claro que el espectáculo va a comenzar. ¡Y qué espectáculo! Sin ser americana se me puso la piel de gallina. Qué despliegue, qué impresionante. Difícilmente olvidaremos algo así.
Después de casi tres cuartos de hora de espectáculo de luz, color y sobre todo sonido ensordecedor, suena el último cañonazo y se dan por concluidos.
Ahora hay que salir de aquí, jaja, eso se dice pronto. Lo mismo que a la ida nos dejamos llevar por la masa, ahora hay que hacer lo mismo a la contra, sólo que el número de personas que hay que desalojar es infinitamente superior a cuando llegamos nosotras. Así que ahora todo es mucho más lento y complicado y la poli está nerviosa ya. Nos dirigen como al ganado y a ver quién es el guapo que se despista. Para entonces yo pensaba que cuando volviéramos a una zona en la que viéramos que ya había tráfico normal podríamos coger un taxi aunque nos saliera por un ojo, teniendo en cuenta lo lejos que estábamos. Pero con todo y con eso no tenía claro cómo íbamos a salir de allí. No obstante, seguíamos avanzando lentamente empezando a acusar el palizón de día que nos habíamos pegado sin darnos cuenta casi.
Finalmente llegamos a una zona en la que empezamos a reconocer algunos edificios, sobre todo el perfil inconfundible del One World Trade Center y en un momento vimos que teníamos la vuelta resuelta. Recordamos que al lado del Memorial del 11S estaba la súper estación de metro que nos podía dejar en la esquina del hotel. Así que sacando fuerzas de donde no teníamos conseguimos llegar y para entonces ya habían abierto el metro. ¡Albricias! Qué alegría cuando vimos esa enorme estación con la bandera más gigantesca que veré en mi vida. No me habría alegrado más de llegar a mi propia casa. Toda una experiencia que no podremos olvidar mientras vivamos.
Suzy







































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