Viernes
5 de julio de 2019
Después
de desayunar en nuestro Deli favorito pedimos información sobre los
tours que se hacen por toda la ciudad en los autobuses turísticos.
Nos decantamos por el Night
Tour que
por 30 dólares cada una, nos llevará por zonas de Manhattan que aún
no hemos visto y menos de noche, e incluso llega hasta Brooklyn.
Todo esto después de regatearles y de “estudiar” las diferentes
rutas que ofrecen las docenas de empresas que abordan a los turistas
por todo Times Square. Quedamos
en salir a las 9 para que nos pille realmente de noche y verlo en
todo su esplendor. Con eso ya resuelto, nos vamos directas al metro
para volver a bajar al Downtown, a esa zona que nos enamoró el día
anterior, Greenwich Village.
Pero
antes de eso tenemos que ver algo que no sabíamos que teníamos a
tiro de piedra. La juguetería en la que Tom Hanks es descubierto por
Robert Loggia, iniciando así su flamante carrera como ejecutivo de
la industria juguetera. Estoy hablando por supuesto, de ‘Big’ y
la juguetería es Fao
Schwarz
y está justo en el Rockefeller Center, vamos, que habíamos pasado
por delante y no nos habíamos dado cuenta. Así que nos
“reencontramos” con las niñas que llevamos dentro, nos quitamos
los zapatos y nos subimos al piano gigante en el que Tom Hanks y
Robert Loggia se marcaban un baile. Nosotras los emulamos con ayuda
de un señor muy amable que se sabe la melodía de memoria y se pasa
el día repitiéndola el pobre. La juguetería es una maravilla y
realmente te rencuentras con el niño que llevas dentro y sales con
una sonrisa de oreja a oreja.
De
nuevo en el metro nos bajamos en Christopher Sheridan Str. y nos
damos de bruces con la mítica Stonewall
Inn, el
bar en el que se produjo la redada policial contra los gays que
protestaban contra el acoso de las fuerzas del orden y que fue el
germen del movimiento LGTBI el 27 de junio de 1969. Hoy en día, sin
embargo, es un bar muy tranquilo.
Justo
al lado hay una pajarería con un cartel que dice que tienen
cachorros. Mi hija no se puede resistir y tenemos que entrar. Es el
paraíso de los amantes de los perros, pues si quieres puedes estar
un rato con los cachorros. Sólo tienes que elegirlo y te ponen una
especie de corralito y te dan una banqueta y hale, a jugar. Mi hija
se “muere de amor” y quiere quedarse a trabajar ahí. Después de
casi 20 minutos jugando con un cachorro de samoyedo por fin consigo
sacarla de allí y nos ponemos a explorar el barrio.
Tenemos dos
objetivos que cumplir: encontrar el edificio de la serie ‘Friends’
y el apartamento de Al Pacino en ‘Serpico’. El edificio de
Friends está en el 90 de Bedford Street, en la esquina con Grove
Street. Seguimos un poco hacia el oeste y estamos en la famosa
Bleecker Street, centro neurálgico de la generación Beat.
En la
esquina de Bleecker con MacDougal, en el nº 189, estuvo el San
Remo Bar
que fue el lugar de reunión de William Burroughs, Allen Ginsberg y
Jack Kerouak entre otros. Así mismo James Fenimore Cooper (‘El
Útimo Mohicano’) vivió en el 145 de la calle Bleecker en 1833, y
en 1964 Simon y Garfunkel le dedicaron una canción a esta mítica
calle. Volviendo a la calle MacDougal, si seguimos hasta la
intersección entre Bleecker y West 3rd Strs llegamos al Café
Wha?, el
local favorito de Jimmy Hendrix y Bob Dylan. Vamos, que la
concentración de artistas, escritores, músicos de jazz, poetas o
cantantes por metro cuadrado es alucinante. Paraíso de bohemios con
las calles arboladas y con un trazado que recuerda más a una villa
rural. Definitivamente queremos vivir aquí, jeje.
Seguimos
vagando por Bleecker y vemos una cola de gente ante la puerta de una
pizzería, John’s
Pizza.
A priori no parece gran cosa pero al acercarnos al escaparate vemos
que todo el que es alguien ha comido aquí. Como la cola no es muy
exagerada y vamos teniendo hambre nos decidimos a esperar para
entrar.
Una
vez dentro comprobamos que efectivamente, el sitio no puede ser más
auténtico. Típica pizzería inaugurada en 1929, con horno de leña
que se vanagloria de mantener las recetas y la elaboración
tradicionales. Las paredes de madera están literalmente forradas de
fotos de todos los famosos que pasan o han pasado por el Village para
comer expresamente aquí, desde Frank Sinatra a Bruce Springsteen.
Sólo
hay dos tamaños de pizza, mediano y grande; el tamaño pequeño no
existe en este país. No podemos imaginar que una pizza mediana va a
ser de grande como una plaza de toros y cometemos el error de pedir
una para cada una. Nuestra sorpresa es mayúscula cuando nos las
traen. Son enormes, pero hay que comérselo todo aunque sea lo último
que hagamos. Dios, ¡qué disfrute!
La cuenta, sin embargo, nos saca
de nuestra efímera felicidad. ¡¡Son 66 dólares!! Sólo hemos
tomado las dos pizzas, ni bebidas siquiera, pues el agua te la ponen
nada más entrar y es lo único gratis. Tela marinera. En fin, estás
pagando el hecho de que se haya convertido en lugar de peregrinación
para famosos. El precio del postureo básicamente.
Salimos
de ahí y empezamos a andar para bajar toda esa ingesta de hidratos y
de paso buscar el apartamento de ‘Serpico’ que está en el nº 7
de Minetta Street, un precioso callejón curvado que desemboca como
no, en Bleecker.
Seguimos
bajando Bleecker hasta Carmine Str. donde está la pizzería donde
trabajaba como repartidor Peter Parker en ‘Spiderman 2’, Joe’s
Pizza y
de ahí cruzamos a Minetta Str.
El
apartamento al que se muda Frank Serpico (Al Pacino), un recién
licenciado policía al abandonar su Brooklyn natal en esta película
de 1973, está como no podía ser de otro modo, en el corazón del
barrio más bohemio y vibrante de la época. Después
de comprobar que el apartamento está tal cual, seguimos por el
callejón y como he dicho desembocamos en MacDougal con Bleecker otra
vez, justo en la puerta del Café
Wha?.
MacDougal
Street es una monería. Llena de restaurantes y cafeterías, esta
calle que desemboca en Washington Square, fue en su día el lugar en
que se concentraban los establos de las casas más nobles de la
famosa plaza. En el siglo XX esos establos se transformaron en
estudios para artistas. Pero antes de eso, a la escritora Louisa May
Alcott (‘Mujercitas’), le dio tiempo a vivir aquí una temporada,
justo enfrente del Caffe
Reggio, que
también estaba entre mis objetivos por partida doble. Primero porque
se puede ver claramente en ‘El Padrino II’ y segundo por la
recomendación de Elvira Lindo como uno de los mejores sitios para
merendar y probar su delicioso pastel de zanahoria.
Pero
antes de merendar, ya que aún estábamos henchidas de satisfacción
por las pizzas de John, teníamos que ver esa maravilla que es
Washington Square Park. Un sitio ideal para leer, descansar, dar de
comer a los gorriones, escuchar a los artistas callejeros (Bob Dylan
empezó cantando junto a la fuente en sus inicios) o jugar al
ajedrez. Es otro nivel. Una gozada de parque, con un recinto acotado
para perros que tiene hasta una balsa y al que por supuesto, no se
permite el acceso sin perro. El parque rodea la plaza en la que
siguen estando las casas de escritores tan famosos como Edith Wharton
(‘La edad de la inocencia’) que habitaba en el nº 7 o Henry
James (‘Otra vuelta de tuerca’) que nació en el nº 2 de la
misma.
Nos
acomodamos en la zona de juegos de los más pequeños que estaba
incluso más blandita que el resto del césped del parque y nos
echamos una siesta gloriosa. ¡Qué paz, qué tranquilidad y qué
buen rollo! Cuando nos despertamos nos pasamos por el Caffe
Reggio,
que está en la misma acera que el Café
Wha?, y compruebo con satisfacción que es todo lo que me imaginaba y más.
Los
dueños de este café se enorgullecen de ser los que importaron a
Estados Unidos la primera máquina espresso,
que es la que se puede ver en la secuencia de ‘El Padrino II’ en
que Robert de Niro se encuentra con el cappo Don Fanucci. La máquina
de bronce destaca entre la abarrotada decoración del interior del
local de inspiración claramente renacentista.
Después
de probar el pastel de zanahoria podemos dar fe de que está
realmente bueno y de que merece la pena tanto por el pastel como por
estar en el local.
De
ahí volvemos al hotel para refrescarnos y prepararnos para la visita
nocturna en autobús.
No
obstante, la noche nos tenía preparada una sorpresa con la que no
contábamos. Queríamos coger el bus a las 9, así que nos fuimos a
las 8 y media o un poco antes pensando, infelices de nosotras, que
con media hora de cola sería suficiente. No podíamos imaginar que
la cola para coger los autobuses daría la vuelta a más de ¡¡tres manzanas!! Una pasada.
De
modo que nos comimos dos horas largas de cola. Ahora ya podemos decir
que sabemos lo que sienten los neoyorquinos que tienen que hacer cola
para casi todo. ¡Vaya tela! Lo peor no era la espera, que
obviamente es un rollo, lo peor es que me obsesioné con que no nos
iba a dar tiempo o con que nos iban a dejar con las ganas, vamos, que
estaba convencida de que nos habían timado. Mi hija Sofía no paraba
de echarme la bronca y decirme que era una paranoica, pero es que me
parecía imposible que la agencia que habíamos elegido tuviera
semejante flota de autobuses. Pero sí la tenían y dos horas y pico
después nos vimos por fin recompensadas sentadas en el piso de
arriba del autobús descapotable. Y a partir de ese momento a
disfrutar como enanas. Mereció muchísimo la espera. Si la ciudad es
preciosa de día, de noche es dos veces más bonita. Muy muy
recomendable.
Al
volver a “casa” como el autobús nos dejó al lado de Times
Square y a esas alturas procurábamos evitarlo a toda costa, dimos
un pequeño rodeo y nos fuimos hasta la 6ª Avenida hacia el
Rockefeller
Center
y para variar nos encontramos con dos artistas callejeros (esta vez
eran blancos) que pusieron la guinda a un día totalmente perfecto.
Hola Susy. Acabo de leer la crónica sobre tu paseo por el Village y teng oque decirte que "me la quedo" como guía indiscutible para mi próximo viaje a NY. Es espectacular. Y las fotos son geniales también. Buen trabajo viajero.
ResponderEliminarSusana, me encantan las crónicas, super detalladas y las fotos chulísimas. Yo tambien me las queo para cuando cumpla mi sueño de ir a N. York. Gracias!!
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